Paris es una ciudad que hay que visitar, al menos, una vez en la vida.
La ciudad de las luces. La ciudad de la
moda. La ciudad del amor.
Yo tuve la oportunidad de pasar unos
días en París, pero como lo vi todo deprisa y corriendo (y con un dolor de pies
brutal…), sé que tengo que volver. Volver con tiempo para disfrutar de nuevo de
sus cafés, de su maravillosa arquitectura a cada esquina, de sus tiendas
pequeñitas y con encanto, de su idioma. En la entrada de hoy vengo a compartir
mis dos primeros días en París, muy pronto volveré con el tercero y último.
El simple hecho de caminar por sus
calles y a la orilla del Sena es un lujo que le recomiendo a todo el mundo.
Sigue leyendo si quieres saber qué no te debes perder.
El primer día llegamos por la tarde, por
lo que no nos dio tiempo a mucho. Dimos un paseo nocturno por el barrio latino
y Notre Dame, donde entramos a la librería Shakespeare and Company, en la que
tuvimos una experiencia muy interesante, viendo paredes repletas de libros
antiguos, y la habitación donde durmieron personajes como Hemingway y Scott
Fitzgerald.
Al segundo día, despiertos desde las 8
am (como suele suceder en estos viajes), no paramos de caminar. Visitamos el
Sagrado Corazón, paseamos por Montmatre, donde vimos el Moulin Rouge y muchas
calles pintorescas… Cogimos el metro para bajarnos en Trocadero y vimos por
primera vez la Torre Eiffel, los Campos de Marte, Los Inválidos, la avenida de
los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo, etc.
Más tarde pisamos la Plaza de la Concordia, desde donde pudimos
ver el Obelisco Luxor y la iglesia de la Madeleine. También pasamos por la Ópera
Garnier y, ya entrada la noche, paseamos por la orilla del Sena hasta llegar al
Louvre y sus jardines. Fue un día agotador, pero siempre he dicho que andando
es la mejor forma de conocer cualquier ciudad.
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